viernes, 12 de septiembre de 2014

EL ARCHIVO DE MIRANDA

En sus distintos viajes y circunstancias, Miranda se aficionó a recoger y conservar, anotándolo, todo lo que veía y obtenía. Así fue reuniendo un gran número de papeles, folletos, tarjetas, programas artísticos, cartas, negociaciones, referencias, invitaciones, recomendaciones, impresiones y observaciones anotadas de su propio puño y letra, con lo que conformó un extraordinario archivo, copioso como sus propias aventuras y largo caminar por las más importantes sendas de su época. Será constante de su vida: la compra de libros, la visita de lugares, iglesias, hospitales, instalaciones militares y fortalezas, conventos, museos, bibliotecas, universidades, puertos, conciertos y representaciones teatrales, campos y regiones agrícolas, admirando y describiendo paisajes, y el conocer connotados personajes de las regiones visitadas, hombres y mujeres: políticos, clérigos, artistas, filósofos, escritores, cortesanos, en cuyas conversaciones no falta el conocimiento e intercambio de libros, y el amor correspondido de alguna damisela, para el solaz de sus noches solitarias. Todo registrado en sus Diarios y recogido en su fenomenal Archivo.

Ese impresionante archivo, producto de la acuciosidad y amplitud de miras de un fabuloso personaje, fue llamado por él mismo “Colombeia”, conformado ahora por 63 tomos. Hoy se dispone de una versión digitalizada de ese archivo, producto del esfuerzo del Gobierno bolivariano por conservarlo y difundirlo.

Pero ese archivo no reposaba tranquilamente en la londinense casa mirandina de Grafton Street (hoy Grafton Way); parece que siempre se movía, viviendo las mismas vicisitudes de su inquieto propietario.

Ya en Venezuela, en su última gran aventura, de 1810 a 1812, Miranda lo llevaba consigo, y nutriéndolo con nuevos papeles. Después de la Capitulación de 1812, y previendo su incumplimiento por Monteverde, Miranda hace gestiones para salir por La Guaira. Aspiraba llegar a Cartagena, para con el apoyo de Nariño reemprender la lucha. Miranda envía su archivo a La Guaira para ser embarcado en la goleta inglesa Saphire, para trasladarse a Curazao. Apresado Miranda en la Guaira, en la infausta madrugada del 30 de julio, quizás no supo más de su archivo, para aumento de sus tormentos y desesperación en las prisiones de La Guaira, Puerto Cabello, Puerto Rico y La Carraca, de Cádiz, hasta su muerte el 14 de julio de 1816.

Sin embargo, el archivo también siguió su particular aventura. Según lo referido por Gil Fortoul, en nota 3, p. 172 de su Historia Constitucional de Venezuela, el archivo de Miranda fue a parar a Curazao, en manos del Gobernador Hogdson de esa isla, entonces posesión británica. Hodgson lo envía a Londres a Lord Bathurst, a la sazón Ministro de Guerra y Colonia, quien lo lleva a su castillo de Girencester en Glouseterhire. Allí lo descubre en 1922 el historiador norteamericano Robertson. En 1924 el historiador Caracciolo Parra Pérez confirma el hallazgo y lo participa al Gobierno venezolano, y por orden de éste lo compra en 3.000 libras esterlinas al Lord Bathurst, de entonces. Fue publicado bajo la dirección del historiador Vicente Dávila. Los papeles correspondientes a 1810-1812 fueron comprados por el historiador venezolano Marqués de Rojas a Leandro Miranda, hijo del Precursor y lo entregó a Rojas Paúl, Presidente de la República. Durante mucho tiempo el archivo mirandino estuvo en la Academia de la Historia. Hoy se encuentra en las bóvedas del Archivo General de la Nación.

Así se recuperó para las generaciones posteriores este interesante y colosal aporte mirandino, la fuente más segura de información para conocer, entender y justificar las acciones de este extraordinario pensador y combatiente de la libertad, revolucionario cabal que le cupo en suerte participar en las grandes revoluciones de su época: la estadounidense, la francesa y la hispanoamericana. Honor y gloria a nuestro insigne compatriota.

por: Gilberto J. López

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